07 abril, 2011

sobre el lugar donde en realidad nací

la plaza entera se llenaba de su olor
a caribe y de su risa tibia. dos o
tres perros que andaban por ahí cerca
mendigando sobras a los 
comensales se acercaron también
a verla, y aullaban al ritmo de los
tambores. el volumen del murmullo 
iba en aumento con cada marcado
vaivén de sus caderas. no miraba
a nadie con sus ojos de mulata; 
sus párpados cerrados sólo se abrían
hacia el piso, como si lo único que
quisiera ver fueran sus oscuras y
fuertes piernas, y sus pies curtidos
por la arena clara sobre el ecuador.
los bramidos ensordecedores de 
los hombres excitados se metían en 
mis tímpanos invadiendo mi cerebro.
todo brillaba, todo era naranja. la
muchacha que se mecía en el centro
de la ronda me hipnotizaba y hacía
que todo lo demás a mi alrededor 
perdiera sentido. el fuego encendido
en su espalda marcaba a contraluz
las profundas curvas de su silueta.
se movía como una serpiente enloquecida
por la música de su encantador.
y de pronto allí, en el medio de todo eso, cuando yo me creía irremediablemente perdido y fundido con mi entorno, la mulata me miró, con esos ojos suyos, negros y brillantes.
y todo se apagó. 
y desperté aquí y así, y escribí esto para no olvidar nunca que, alguna vez, todo brilló y todo fue naranja.


(remite mar.11.2010)



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