25 marzo, 2011

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Creí que podía manejarlo, que la complejidad de mi mente no podía ir más allá de mi capacidad de análisis y mi entendimiento. Creí que lo que sea que sugiera de mí me iba a resultar legible, porque justamente era de mí de dónde estaba saliendo, y eso significaba que iba a estar en mi idioma. Pero aún esa idea fue muy simple. Hay cosas en mi cabeza que nunca voy a entender y que por eso me dominan por completo. 
Esas ganas de estar donde no puedo estar, de decir lo que no sé decir, de sentirme de maneras que no creo correcto sentirme. No poder desprenderme y tener una sensación completamente honesta, sin cuestionarla. Yo soy yo y estoy así. ¿Cómo así? Como ahora, sentada sola escribiendo, sentada sola pensando, con los ojos abiertos y la mirada perdida, con una mano atrás de la cabeza y la otra sosteniendo un cigarrillo que se consume lentamente sin que yo me acuerde de fumarlo. Un pie sobre la almohada y el otro apoyado en el suelo contra la alfombra. Yo soy yo y estoy así, ahora. Y mientras se consume mi cigarrillo me consumo yo; me consumo en mis propios pensamientos, en mi locura silenciosa, y a veces no tanto. Si tan sólo pudiera desprenderme de todo esto por un instante y mirarme desde afuera, desde otro ángulo. No uno más objetivo, ni más apropiado, ni mejor. Sólo uno diferente, uno más lejano. The big picture. ¿Cómo es que me ven todos ustedes? ¿Todas ellas? ¿Todos ellos? ¿Él? ¿Me ven, al menos?
Asumo que estoy acá y que sí me ven porque no se me ocurre otra manera de pensar la vida. Si no estuviese no serviría, y creo firmemente que sirve. Pero que necesito alejarme para saber por qué. Y es porque me miro demasiado y sólo desde adentro que no llego a entender por qué sirve, por qué tiene sentido. ¿Qué hay en mí que atrae o repele a la gente? ¿Qué hay en mí que vale la pena? No puedo afirmar que nunca nadie me lo haya hecho ver, o por lo menos no puedo afirmar que nunca nadie haya tratado. Pero nunca lo lograron. Y de vez en cuando surgen esos momentos en los que pareciera que uno entiende todo, que se ríe con sus ocurrencias, se mira con sus propios ojos y descubre lo maravilloso que hay en ellos. Pero es sólo un segundo, un ratito pequeño en el que uno se valora realmente y puede quererse. Después se va. Y es ahí que yo empiezo de nuevo a mirarme desde adentro y a no entender qué es lo que me hace que yo sea yo y que esté así, y que eso esté bien. Eventualmente, quizás, permita que alguien se acerque lo suficiente como para que me lo muestre. O para que busque si efectivamente algo hay.
Y, mientras tanto, mi cigarrillo se consume lentamente sin que yo me acuerde de fumarlo.

pedro, el octeto optimista


  • va allá un bote por el río
  • yo lo miro, yo lo miro
  • y se cae por la catarata
  • mala pata, mala pata
  • más abajo se levanta
  • siempre aguanta, siempre aguanta
  • sigue ya camino al mar
  • ¿va a llegar? va a llegar.




(remite mar.3.2010)



hace tiempo, una idea

Banda de aquí y ahora. Y de ayer. Y de mañana. Mucha vida.
Futuro, pasado, presente; se me mezclan y, 
al fin y al cabo, apenas puedo diferenciarlos.
      Los tres me hacen, los tres me definieron hasta ahora
      y me definirán mañana, a su tiempo, en su lugar.
Pero en el ahora se me da por hablar de amor y de felicidad.
     ¿Y quién hay que pueda detenerme?
Cuando felicidad fueron unos instantes de éxtasis.
Felicidad fue cada risa.
Felicidad fue abrir los ojos y ver los suyos a mi lado.
Felicidad fue sentir la libertad de estar ahí, así; bien.
Felicidad fue estar acompañada.
Felicidad fue besar sus labios y su frente a la mañana siguiente.
Felicidad fue la incidencia de la luz colándose entre las hendijas de la ventana en su piel tostada.
Felicidad fue esa piel tostada.
Felicidad fue que me abrazara después.
Felicidad fue haber sucedido.
     ¿Y amor?
Amor es sentir, aquí y ahora, que todo eso fue felicidad.

(remite feb.5.2010)